1 Defensor de los intereses de la capital y la provincia. Ino xxvm i PRECIO DE SUSCRIPCIÓN ^éiu^rii 86H©It©8-5 eéaiiíñsszQs ■ .1 •-•-•.¡ji i Nortes 17 de Nayo de 1910 PUNTO DE SUSCRIPCION Imprentay Lii/ de Aionso e Hijos ; Mayor principal, núm. 71 Botlega Moiige parante todo el mes de Mayo, rigen en esta bodega loa siguientes precioe: Clarete Buperior,Mftnchego; á 14 reales el cántaro. Mauzaneres, á 16. Idem blanco, a 16. Tiuto, Aregón, à 16. No confuüdir esta casa con otras similares. Preciosos -modeles de blnsas blancas y negree, ■ficeba de recibir !a CAMIHERIA CASTILLERO 1¿8, Mayor pral, 150 'María.— Vals bostón Del Director de- la banda mncicipal den Jote Oarreras. De venta en la imprenta de este periódico, Meyor-pral., 71, al precio de ;5£50 p.esetaj,, cueííto mmmm Ló he-jarado; no volveré á comer á cesa de la Condesa. Estas palabras (jue yo me decís á mí mismo paseando por mi coarto, meditábnndo y preoenpado'/debieron salirse der mis iabios sin haberlo' yo, pnesto que fueron oídas por mi amigo Carlos, qne á la sazón entraba á verme. ; —¿Y por qué no has de volver? me ' di jo^ '¿Se come mal?' ■ —Espléndidamente. C¿y¿+¿T& has disgustado con : naeetna amiga? —No le debo más que atenciones. —¿Va allí alguien á quién no quieHjéé Ter? : - - - :—Todoe ios comensales son amigos riníqs. . .v —Pues, ¿por qué no has de volver, grandísimo loco? ¡Porque no quiero que me sirva el ¡jr-eoúl ■ ' ' • ¡Ah. Manolío! ¡Pues si es ya todo -on criado!: . - i — jPues per eso! . v .-¡Ah! . || T al decir esto, Caries comprendió todo lo que quèría decirle, y me díÓ la razón así que me oyó lo siguienteí II " Manólín acaba de cumplir ocho años. À los ocho años, tiene la obligación ^de vestirse desde las nueve de la.maña•Da haeta las diez de la noche /con une chaqueta de paño verde escuro toda llena 'de botoces dorados, que parten en dos filas desde la ciatuf a ensanchándose hácia los hombros. . Lleva unos cuellos, grandes, almidonados de ta! lanera, que parecen de piedra, y que le obiigau a ir siempre muy derecho, y Calvez le producen ese coior, tan sano &1 parecer, y que yo lo atribuyo á la sofocación que debe producirle aquel -tormento. Lieva un pantalón del mismo color que la chaqueta con un vivo encar&tdo ¿ ¡us costados y noas botas ^Qe ddbeÜ apretarle, pero que á él le §a=tau siu audd, por que son de charo!, ?^e. las mira, de cuando en. cnanilo. ^lanolíü es rubio, tiene loa ojos azules, ya-ainy: peinado, con su raya en medio í sus cabellos embadurnados de- pecada. ptimere hora de la mañana barre el comedor ayuda à los criados en las haciendas de la casa, hace recados y ábrela puerta á ;todo el quo llama: porque su puesto es la antesala.' A la hora da comer, y sin duda como habilidad excepcional, sirve á la mesa en unión del criado; así es, que cuando el criado acaba de servirnos la langosta, Manolín, que está detráá, acude enseguida con la salsa. Cuando el otro presenta las fresas Manolín trae el azúcar. Cuando el criado está dando la vuelta con la enorme fuente en la mano, Manolín echa el Burdeos en las copas chicas, ó el agua en las grandes... Y yo declaro, bajo mi palabra de honor, que me dan; ganas de llorar de ver à aquel niño blanco, rubio, sonrosado, á la edad en que es; indispensable jugar y: reír, siendo criado de tanta gente! j.- çisq s«l . - «««w I Los niños de la .Condesa le piden las cosas con imperio. ¡.Manolín, 8guar.¡Manoiío, paül ¡Manolín, más dulce! Y e! niño criado responde siempre: — ¡Voy, señorito!— Y aquellos señoritos tienen su misma edad. Cuando la Condesa llama á sus hijos, y éstos no acuden, Manolín es el encargado de ir á buscarles y decirles que la señora Condesa les llama; entonces los señoritos dejan sobre la mesa ó sobre la alfombra, el caballo de cartón, los soldados de plomo, Ja pelota de goma y la casa de campo, -y Manolín, aprovechando aquel momento en que ¿os irnos están en el regazo de. aa madre, se arrodilla en el suelo y forma una patrulla, ó coge la pelota y le dà dos rebotes. Yo le sorprendí así no há mucho, y al oirme llegar se levantó asustado, se cuadró como un recluta, y al verme avanzar se dirigió á la pnèrta y levantó la cortina. — ¡Hola, Manolín! exclamó, ¿cómo va por acá? Y el pobre chico no me contestó, porque estaba cortado. Cuando la Condesa sale en la berlina, Manolín va en el pescante, aliado del cochero. El es el encargado de su-r bir las tarjetas á los cuartos donde la Condesa ha de hacer las visitas, y sube y baja á toda prisa, encuadernado entre aquellos dos cuellos tiránicos, que le detienen la sangre en las venas del cuello; es el que entra en las tiendas á decir que saquen tal ó cual cosa al coche, para que su señora compre sin bajar. Abra la puerta quitándose su diminuto sombrero de copa, y es de ver la gravedad con que recibe loa encargos de la ilustre dama, que se permite el lujo de on criado tan elegante. Cuando la Condesa va al Eetiro y baja á pasear, queda el coche esperándola en la plaza de la Independencia, y en la "hora y media de plantón, es cuando Manolín pasa las grandes 'emociones. Porque en aquella plaza hay niños que corren y saltan y juegan al toro; y Manolín, desde su pescante, con los brazos cruzádos y águántándo el aire sutil de las tardes de 1 invierno, qae le pone sus" diminutas orejas coloradas como tomates, sigue las peripecias de la corrida iníàntil, ve al que hace de toro embestir con ios toreros de menor edad, y se le pasan ganas de saltar del pescante y bajar y -echar un capote; pero el deber le detiene. Manolín ha aprendido lo que es obligación desde los cinco años; ya es viejo en el servicio; hay que esperar á qae la señora salga y abrir ia portezoeU de U oer-. lina! _ . De vuelta I casa, y acabando el servicio del comedor/ Manolín pasa a la cocina, donde comen juntos los criados, y eljí prende grandes cosas. Oye todas las blasfemias qae la gente de escalera abajo interpela en la conversa- ción familiar. Ve cómo el criado le pasa la mano por cima del hombro à la cocinera. Oye las historias de la señora de Fulano con el señorito mayor de D. Fuiano. A sus ojos se va descubriendo el mundo como es, y este niño, que debiera estar acostado à las ocho soñando con sus juguetas y sus ilusiones infantiles, aprende, ya lo he dicho, aprende á requebrar, á maldecir, á sisar y á beber vino. Algunas veces la dondella le dice: . -t- Anda, Manolín, baja á la tienda y dile al dependiente mayor que mañana iré á la verbena. Y -Manolín baja y da el recado. Otras veces algún amigo de la Condesa le llama aparte y le dice: Manolín, ¿quieres ganarte medio .9 duro? lOUl bh IQÍi^d lè ¡Medio duro! Para Manolín medio duro significa diez días, porque .gana trsinta reales al mes, y éstos tienen que dárselos á su tío el cochero, que es quien kAa AecAo homhre, como él dice. Medio duro que él se podrá guardar es un capital. Así es que la respuesta no tarda eu salir de sus labios. .. rr-Pues toma, dice el caballerito, lleva esta carta á la calle de Tal y trae la respuesta. Y Manolín. va como el rayo; y: le hace entrar en un gabinetito donde hay una señorita muy bien, vestida y muy enpolvada, que le dice que es muy guapo y que se espere mientras contesta. Así va Manolín conociendo á muy buenas personas. Por último, á las diez le dicen que vaya á la cama. Manolín no duerme en la casa. Duerme en la cochera. Su tío, que le recogió al morir su padré, le da rincón cerca de los caballos; allí sé queda dormido el groom, que envidian tantas séñoras á la Condesa, porque tiene en éi una verdadera adquisición, porque escasean mucho estos criados én miniatura/ ¡Ah! jQué cosas soñará Manolín! ¡Con qué envidia recordará á los niños que jugaban por la tarde en el paseo! ¡Con qué placer se gastaría él su medio duro en un sable como el del señorito mayor, que ól mismo fué á comprarlo ai Bazar de la Unión para que otro niño, más dichoso que él, lo disfrutara! ¡Cómo recordará, al notar que su cama está dura, lo bien que él ha visto hacer las camas arriba! Porque, no hay duda, Manolín piensa .ya y siente como un hombre, y observa que él todavía no ha jugado, todavía no .ha oido palabras cariñosas, todavía no ha comido lo que sirve á los otros, todavía no ha sido niño, ni espera serlo .ya en su vida. Lo digo y lo repito. No vuelvo á comer allá^ Manolín sirviénaome, me desconsuela. Temo perder un día los estribos y sentarle sobre mis rodillas para que -pruebe mi plato favorito. Ayer, en la mesa, un -senador nos hablafea muy satisf eclio de que se había votado la ley de niños. Bu adelante, dijo, los niños hallarán protección; no ss les explotará, no serán víctirnaa de nadie! ¡Manolín, échame sgna! Todo el mundo celebró la novedad, pero nadie reparó ea Manolín, que servía, y á quien yo estuve por decir: «Niño Manuel, en nombra ds la ley, siéntate á comer con nosotroa!» E. B. Dres. Alvarado y Akarez OOVL1BTAM \ Consulta diaria dellá una.Barriomie**), 2 -Sri n'i v.'tyh eap ík Mayo 16 Sr. Director: ¡Y á esto llaman Primavera! Una Primavera de color de invierno; una Primavera que se viste de tristeza y melancolía, nos hace el efecto de un sauce llorón que floreciera en amapolas sangradoras. ¿Dónde está aquella Primavera riente, luminosa y divina y con sus aires tibios, incensando el ambiente? Esto se preguntan loa isidros que, si como labradores extremécense de júbilo viendo llover y por tanto aseguradas las cosechas, en cambio, como isidros, esto es, como aves de paso en Madrid, sienten el natural enojo de qne el tiempo les impida obstinadamente vagar y volar y posarse donde cuesta menos y hay ocasión de divertirse más. Ya es vieja la frase de que nunca llueve á gusto de todos, y aunque esta vez llueve á gusto dé la mayoría, ello no disminuye la contrariedad de los que han venido à Madrid á divertirse, pero á no ver cómo llueve, ni cómo se resuelve la pequeña cuestión de la pre-sidencia del Congreso, porque para saber de eso, ya tienen sus papeles en los casinos del pueblo. Desde que llegaron á Madrid no han podido disfrutar más que de dos espectáculos gratuitos: la lluvia y la gran diana del domingo. ¿Valía la pena de venir á Madrid para esto? La diana, no es una cosa muy atrayente. Fuera de lo que tiene el número de ruidoso hay que convenir en que nuevo no es, ni mucho menos. Y en cuanto. á la lluvia, sobre ser un número fuera de programa tiene el capital inconveniente de que se lo sabe todo él mundo de memoria, y de que, además,, es sumamente caro en Madrid, pues también en Madrid la lluvia hace barro y pide paraguas y pone las calles intransitables; pero la gente no se aviene á ir á casita, si llueve, como ocurre eu provincias, sino que se mete en los cafés, teatros, cines, etc., y esto cuesta dinero, esto es caro en Madrid. Hasta ahora los queridos isidros no han visto cosa mayor que La Corte de Faraón, una obra con corcheas de Lleó y sal gorda de esos dos estupendos ingenios que se llaman Perrín y Palacios. ¿Hacían falta alforjas para un viaje de esa atracción? Menos mal que por esta vez loa isidros no son isidros ni paletos, salvo que se obstinen algunos én serlo. Este año les llamamos haüeys, en honor al cometa. A lo mejor oímos á un paseante: ~¡Chico estoy loco! Me han caído en casa cinco hedleys. Son paisanos de la criada, ¿sabes? — Pues te compadezco. A mí me han íoc