ANO I SUSCRIPCIONES Guadalajara, mes, O'SO pesetas. — Provincias, trimestre, 1'50. — Extranjero, trimestre, 3. PAGOS ADELANTADOS Número suelto 10 cents. Viernes 18 de Octubre de 1901 NITM. 48 PERIÓDICO BISEMANAL Se peblica los martes 7 riemes DIRECTOR José Maria Solano onciKis: sixmccus.suo. Telegramas: Región VINO DE COSECHERO De la cosecha de D, Félix Alvira, se vende en la Plaza de Dávalos núra. 10, Horas de despacho — De 11 á 1 por la mañana, y de 5 á 7 de la tarde. u Bum mm Llegan hasta nosotros clamores del campo, quejas irritadas de labradores, que áun recogiendo buena cosecha, á duras penas sacan de los productos del fruto que durante todo un año riegan con el sudor de su frente, lo imprescindible para pagar el crédito usurario á que hubieron de acudir forzosamente. Estos créditos, desposeídos de reglamentación legal y amparados en la impunidad más irritante, tejen una fortísirna malla, en la que el pobre terrateniente for* cejea y lucha hasta sucumbir. Preciso es que nuestros políticos piensen en algo práctico que mejore la situación del agricultor, bajo este interesante punto de vista. En pocas palabras puede mostrarse con toda claridad el modo de llevar á cabo esos préstamos que, asi por su forma como por su ejecución constituyen inicuos atropellos. Formalízase el préstamo con la obligación, por parte de los labradores, de pagar en cebada ó trigo, pero fijando el precio del cereal con dos, tres ó cuatro reales de diferencia del de la cotización del día de la entrega. A esto hay que agregar el interés del 6 por 100 que suele marcarse á los tres meses, ó lo que es igual, un 24 por 100 al año. Suponiendo que la cebada se venda durante la recolección á 14 reales fanega y el trigo á 38, hágase cuenta de lo que representa el quebranto en el precio y agréguese el 6 por 100 de interés; veráse entonces que los réditos se elevan á una cifra escandalosa. Terminada la trilla y limpia, el labrador se encuentra sin grano y sin dinero, y cuando llega la siembra tiene otra vez que llamar de nuevo á la puerta del usurero, en súplica de que le dé trigo y cebada con que efectuar esta labor y mantener el ganado. En tal caso la fórmula del contrato varía, pero los resultados son iguales para el desdichado labriego. Se obliga éste á entregar en la recolección, por cada fanega de trigo ó cebada que recibe en Octubre, 14 ó 15 celemines ó su importe en metálico, según lo prefiera el prestamista. Para remediar estas vejaciones de que son victimas los infelices labradores de muchas comarcas agrícolas de España, y entre ellas la nuestra, hace falta absoluta — como ya en varias ocasiones y hablando de otros asuntos lo hemos venido diciendo —de llevar á todos los ánimos el convencimiento de que no hay nada más saludable para la prosperidad y el equilibrio redentor de las clases productoras, que la agrupación metódica de las mismas, la creación en esta provincia de un sindicato inteligente y activo, y lo que es todavía de mayor importancia, la creación de una caja popular de ahorros, tal como nosotros lo propusimos hace tres meses, con lo cual consiguiríase asentar sobre firmes bases lo que para el labrador constituiría una suma respetable de bienandanzas y de prosperidades: la instauración de establecimientos de crédito agrícola. ^ pequeneces UN OBSEQUIO SUI OÉNERIS ¡Cuánta ssiisf acción producs recordar amisíades antiguas! ¡Cuánta alegría exlr echar la mano de compañeros de antaüo, inseparables camaradas de infinidad de aventuras que poseen el encanto de rejuvenecemos, trasportándonos á tiempos que pasaron y que cual las golondrinas de Becquer, ya no volverán! Allá en la época de estudiante era colega nuestro un joven que mostraba aptitudes especialisimas -para la pintura. Las mesas del café, los espejos del restaurant, las paredes de la tasca, eran embellecidas por el genio de nuestro compañero, que con el carboncillo, el lápiz ó él pincel, dejaba allí impresas verdaderas maravillas de artística naturalidad. La caricatura, el desnudo, el retrato, escenas picarescas de nuestra literatura, creaciones de la mitología, todo lo era familiar. Cuatro trazos unas veces, otras con mas mesura y detenimiento, siempre nos sorprendía con alguna obra originalísima. Fué discípulo de Sorolla, más tarde en concurso reñido y honroso ganó plaza de pensionado en Roma, hoy es un pintor de firma apreciadísima entre los inteligentes y admirado de todo el mundo. La condesa de la Vega del Pozo, ha encargado al amigo un cuadro que le perpetúe en él soberbio panteón de la linajuda dama y á tomar noia de luz, tamaño sitio, etc. vino á esta tierra, donde precisa que nos traigan de fxiera las auras del arte, tan distanciadas de nosotros. Áun cuando ya poseo dLgunas producciones del genial y renombrado artista, le impuse la obligación de un trabajo más, que fuera del día y avalorara las paredes de mi despacho. Ál prometer formedmenteacceder á mis deseos, me afirmó que él cuadro sería de gasto local. * ■ * * Visitamos todo lo que de Tiotable tiene Cfuadálajara, también asistimos al baile dél casino, aunque solo á los primeros instantes de la fiesta. ■ Mi querido artista no cesaba de preguntar: — Aquella tan juguetona, á quien admiras por su gracia y sprit, juventud y frescura, es hija de un juez que reside en Barcelona.... — ¡Preciosa criatura! ■ — Esas dos son Tiermanas: su elegancia, distinción y bdleza, notas por todos admiradas. Zas erigen en reinas de la buena sociedad.... — Me ofrezco como su más humilde vasallo. — Aquel señor del bigote cano, es su papá. — Tiene cara de conservador. — Con ellos fué Alcalde apreciadisimo de esta capital. Aquéllas dos tan garridas y hermosas y aquella jovencita, viva, espiritual, llevan igtial apellido: son la mejor acusación de su señor padre ó la sustancia más perfecta, pites que de éstas hizo y aquellas hace. Esas que ves ahí, preciosas joyas ataviadas de traje blanco, tenemos la dicha de admirarlas, á pesar dél cambio de la región topográfica. Mira, allá, que grupo más delicioso: la distinguida hija de la autoridad superior civü, acaba de llegar y tiene admiradores á cientos; cerca, dos esbdtas y lindísimas hermanas, se parecen mucho á aquélla señora, esposa de un señor, notable ingeniero. ¿ Y aquella tan interesante? jDe un Luis que tiene por apellido él día más descansado de la semana. —¿Qué intélig&nte, ésta; que magestuosa, que encantadora la rubia, qué graciosa la morena.... — Calla y vámonos, veo que todas te subyugan. Ayer recibí él cuadro pintado por mi amigo. La factura de la obra, el color, lo original de la idea, constituyen un primoroso alarde ¿Le. inventiva y originalidad. Y en él pueden admirarse retratadas con toda fidelidad y arrebatando con sus encantos y bellezas, las Srtas. de Valles, Blasco, Eioot, Arenas, la hermana del alumno, Luceño, Baixareu, Sabio, Moya, Sancho, Fernández (don Pió), Malero, Domingo, Gimeno, Goytre, Se. rrán, y muchas más, cuyas gracias admiro respetuoso, sin que su nombre conozca y como para entonar él conjunio de tanta mujer divina, se ven las figuras de D. Elíseo Muro, D. Francisco Bamirez y D. Felipe Ortega, que á nombre de la sociedad y como individuos de la Junta ofrecen sus homenajes á aquel conjunio maravilloso de caras divinas. La obra de mi antiguo camarada, será él regalo que á nombre dél autor y por su mandato expreso, ofreceré á la primera que contraiga matrimonio de las distinguidas señoritas que en él cuadro figuran. Como de artista, es un obsequio sui generis. piafo de! j)ia IPUI_GA! ¡PULGA!' Vaya, que ha sido oportuno contratar á esas artistas que en el salón Castelló haciendo están las delicias de pollos impresionables límpidos de picardías, y de vejetes verdosos de esos que luego abominan de lo inmoral, y en la calle cuando ven una chiquilla de esas que tienen por ojos dos candelas encendidas, . vuelven la vista á otro lado con rubor y se santiguan. Yo conozco á un viejo de esos, que el hombre está hecho un almíbar todas las noches, sentado muy cerca del pianista y dando cada suspiro cuando vé á las bailarinas, que ayer le dijo la rubia: ¿Estás con la baba, vida? La pulga es un espectáculo que le alegra y maravilla y pide con grandes gritos que el número se repita: ¡La pulga! ¡V=nga la pulga! exclama con alegría, y los jóvenes aplauden y lo repite la diva y aquello es el acabóse, el desmigue, ¡la jeringa! La cosa es edificante, muy pulcra, ejemplar y dizna y hay que pedir que se queden para siempre aquí esas niñas, y de ese modo habrá bulla, pitorreo y palmaditas y no podrán decir muchos de la clase de juerguistas, que esta ciudad les aburre, les molesta y les fastidia. EFEllMH Mil MES DE OCTUBRE 18 — 1810, El Empecinado, sin tener en cuenta la inmensa superioridad numèrica del enemigo, cae en las cantarillas de Puentes sobre las tropas del general Hugo y las descalabra y dispersa, apresando un importante convoy que los franceses escoltaban. * * * 19 — 1837. Penetran en Orea unos cuarenta facciosos de ambas armas que pidieron bagajes, cebada, pan y dinero, poniendo centinelas en las avenidas de la población para que no dejasen salir de ella á persona alguna. Mas el Alcalde, con varios individuos del Ayuntamiento, pretestando iban á buscar los bagajes, consiguieron ocultarse en el monte. Apercibidos de la estratagema, los carlistas asaltaren la casa de la primera autoridad municipal y se llevaron cuanto este poseía, además de su mujer. * * * 20 — 1809. Después de no dejar un momento de respiro á las tropas francesas que inútilmeníe trataban de darle caza, el Empecinado escarmienta en Puentelahíguera una fuerte columna enemiga, habiendo hecho poco antes lo propio en Albares y Cogolludo. .. . . 9 * * 21 — 1837. Fuerzas de ' la guarnición de Sigüenza sostienen encarnizado combate con una columna de lanceros carlistas, terminándose la refriega con la retirada de los facciosos, que cejaron en el campo bastantes cadáveres y heridos. LEYENDA ALCARREM Hace próximamente tres siglos, existía en el partido de Brihuega el lugar de MaluquOj despoblado luego en la guerra de Sucesión. Algo alejada del pueblo había una casita de madera con su cercado, su pequeño huerto y su diminuto jardín, en el que lucían graciosamente sus colores las margaritas, las rosas y los jacintos. Desde la ventana de la casita se veía muy inmediato el monte La Llana, rico en verdes y robustos árboles y de cuya cresta descendía un límpido arroyuelo que, saltando juguetón entre peñascos y guijos, iba á morir en un hermoso y profundo estanque situado á media legua de aquel sitio. A los lados de la vivienda se extendían lozanos prados, donde alegres pastaban rozagantes vacas y triscadoras ovejas. Era una deliciosa tarde de verano. La puerta de la solitaria casita se abrió, apareciendo en ella una encantadora muchacha, esbelta, morena, con ojos de purísimo brillo y una boca semejante á purpurina cereza. Esta joven era Luisa, la hija de un honrado campesino, que al morir pocos años hacía, dejó á su viuda María y á la linda alcarreña el edificio en que habitaban, amén de algunos ahorrillos. Luisa estaba recientemente prometida á un buen muchacho, honradote, sano y fuerte, pero muy záfio, rudo y grosero. La joven, con la rueca en una mano y el huso en la otra, salió de la vivienda y andando, andando, llegó hasta el lago, triste y cavilosa como siempre estaba desde la vuelta de una expedición que con su madre hizo á la Corte. El sol lanzaba sus rayos desde un cielo lleno de girones blancos y parduzcos, y un ligero vientecillo agitaba con plácido ruido las hojas de los árboles y los tallos de las ñores. Luisa se sentó á la orilla del estanque y empezó á mover el huso entre sus finos dedos; inas al poco tiempo abandonó sobre la fresca hierba los instrumentos del hilado, y sus ojos quedaron clavados en la superficie de la cristalina linfa. ¿En qué pensaba? Sus labios coralinos se mueven y pronuncian estas palabras: — Vicente me ama; pero ¿puedo amarle yo? ¿No me dice el espejo de estas aguas que soy muy bella? ¿No me lo dicen á cada instante los ojos de todos los hombres que en mí fijan sus miradas? ¿No me lo dijo... él... el gallardo mancebo del rico justillo, con palabras por mí nunca oidas, que resonaron en mi pecho como cántico melodioso y celestial?... ¿Y este mi cuerpo ha de ser oprimido por las macizas manos del rústico labrador? ¡No, no, nunca, nunca!... ¿Por qué yo no he de poder vestir un día las más ricas telas, prenderme con deslumbrantes joyas, vivir en grandes palacios y llevar tras de mí pajes y escuderos, cual las encopetadas y feas damas de Madrid? ¿Por qué he de estar condenada á vestir basta lana y á llevar en el dedo un pobre anillo como este, regalo y prenda del tosco Vicente? Mas, ¡ay! ¡loca y triste de mí!... que mi hermosura se marchitará entre estas agrestes soledades y al fin Vicente será 'mi esposo, y... ¡no volveré, no, á ver al hermoso caballero del rico justillo! Cesó la joven de hablar porque había oído la conversación de dos hombres que se acercaban al estanque; no veía quienes eran estos, pues una cortina de follaje se lo impedía; pero su corazón empezó á latir apresuradamente, sus mejillas se tornaron del color de la amapola, y de su garganta se escapó un ligero grito. Una de las voces se dejó oir distintamente: decía: — Alfonso, ¿no has oído tras ese ramaje un grito de mujer? Solo esto nos faltaba: paisaje encantador, deliciosa tarde y una aventura entre la enramada. — Si, Gustavo, — dijo otra voz, — buena es nuestra excursión, pero me siento cansado; al pié de este acacio te aguardo; levanta m la paloma què se baüa en este estanque... mientras registro yo los misterios de la fiambrera. Un instante después, las ramas y hojarascas que ocultaban á la campesina se separaron, y un arrógame caballero, vestido con gran ele-