—200— Le Guinea Española en España, camo en todas partes, son los insectos, que aquí, en los Trópicos, son tanto más temibles cuanto son más numerosos y porque su actividad no conoce los forzosos eclipses que han de sufrir en las regiones frías, durante la época invernal. 'Y no es que no existan las ñeras y animales venenosos de gran tamaño. Quedan aun en la Guinea Continental buenos ejemplares de leopardos, gorilas, búfalos y elefantes, aunque cada vez más escasos. Tanto en Guinea, como en Fernando Poo, abundan todavía escorpiones gigantes y serpientes de mordedura fatal. Muy cerca de Santa Isabel hemos podido comprobar la exi Cencía relativamente frecuente de unas víboras, de más? d« dos metros de largas, hermoso color verde y muy venenosas. Pero éstas, como los demás ani males mencionados, se retiran al ver o sentir la presencia del hombre; sólo atacan cuando son provocados. Las víctimas humanas causadas por ellos, desde que comenzó la dominación Española, podrían contarse muy bien con los dedos de la manos. Si quisiéramos por el contrario contar las víctimas ocasionadas por los insectos, no nos bastarían los pelos de la cabeza, pues basta saber, que insectos son los que nos inoculan los gérmenes de la malaria, de la fiebre amarilla, de la enfermedad del sueño. Y ellos no huyen de la presencia del hombre, sino que le buscan, le siguen y atacan sin ser provocados, no dejándoles en paz ni a sol ni a sombra, ni de día ni de noche, ni dentro o fuera de casa. Las cosas, que más utilizamos, son pastos deseados de diversos insectos: los alimentos, medicinas, telas, cueros, maderas, libros. No nos extenderemos en detalles, que son harto conocidos de todos. Sólo citaremos dos casos, que indicatj un singular refinamiento. Un coleóptero, conocido vulg»r;nente con el nom hí-Q escarabajo, de los drogueros, vive en f irmncias y droguerías, comiendo con gusto desde las sabrosas pastillas Laxen— Busto Insta la rnostaza de los sinapismos, y llega su audacia al extremo de devorar los mismos insecticidas o venenos contra los insectos. Pero no todos los insectos muestran ese interés por los de su clase. Un naturalisa sale de excursión y recoge una regular cantidad de insectos, que guarda cuidadosamente para estudiarlos después, en la paz del gabinete. Al día siguiente va a exami¬ nar su colección y ve con sorpresa, que al guien se le ha adelantado en el estudio; ha ido analizando minuciosamente ejemplar por ejemplar, y con objeto sin duda de conocer el sabor de cada uno, so los ha ido comiendo. ¿ El autor de tamaño desafuero ? No otro que insectos mismos, /jorm '.gas, cucarachas, antrenos, que sin escrúpulo han devorado a sus hermanos. Y si no fuera porque la existencia y multiplicación de esos malignos se halla providenciaimente limitada por otros muchos anímale-!, que han tenido el buen acuerdo de escogerlos por su 'manjar cotidiano, la vida del hombre sería del todo imposible en estas regiones. Con toda su ciencia, con todo su poder no logrará el hombre nunca vencer tan diminutos adversarios; si no fuese ayudado eficazmente por dichos animales, que conocedores perfectos de los escondrijos, ardides y modo de vivir, de los insectos mantienen constantemente a raya, impid éndoles repasar las fronteras que se les ha señalado en el campo de la vida. A* fin, pues, de que el colonial conozca y, en cuanto esté de su parte proteja y procure el aumento de esos buenos amigos y coiaboracores, que, por orden de la Providencia, velan día y noche por su salud e intereses económicos, vamos a presentarlos eu las páginas de "La Guinea Española,,, en sendos articuiitos de carácter puramen. te vulgariza. ior, Contribuiremos así, aunque muy modestamente, a la meritisima labor, que, en este sentido, vienen^ realizando los Servicios Sanitario y Agronómico de nuestra querida Colonia.