-350 La Guinea Española QUE LA GUERRA MANDE José María Arauz de Roblas, el gran cerebro tradicionalista, creador del "Plan" la obra cumbre, y la última palabra en cuanto organizaciones sindicales, y que será, casi cierto, la que rija en la nueva España, no sólo se dedica a recrearnos con los hilos de oro que salen de su pluma, sino que ofrenda a España su purpurina sangre luchando cual bravo requeté en los campos de batalla. Oon la autoridad que le concede su heroísmo guerrero, (cuando pudiera estar en retaguardia en algún puesto burocrático, como lo merece su preclaro ingenio y el ser de las grandes figuras de la Comunión Tradicionalista), ha escrito un muy ponderado artículo en la revista Domingo de la que entresacamos ios siguientes párrafos. Nosotros los supervivientes, nosotros los que retornamos, reivindicarnos el derecho de gobernar la Italia" (Mussolini) ¿COMO NACE LA RETAGUARDIA? Desconectada de los combatientes, trabaja • da por otras preocupaciones, ha ido naciendo la retaguardia. La obsesión ciega de acaparar masas, y adeptos, fuese como fuese y fuesen quienes fuesen, ha ido restando energías y ocupando actividades, se ha vuelto a invocar el número para reclamar derechos e imponer soluciones y características. A los ojos de todos, se está en fin dando el caso, de que para la implantación de una doctrina o de una medida, se teme, se computa la opinión irresponsable de antes; y de que lo que quieren los que luchan, lo que constituye, no voluntad mayoritaria y razón de ser de la guerra misma, necesite además la aquiescencia y la aprobación, de los que atrás en la retaguardia, que conservan todavía el espíritu "rojo" que tenemos enfrente, o se aprovechan cómodamente del sacrificio de los demás. Y para esto, no se hace la guerra. Si en esto hubiéramos de acabar, se habría defraudado espantosamente a los que cayeron. Para comprar tan solo un arreglo económico, paz externa o una propiedad material, no se ha derramado tanta sangre. Estas cosas pueden ser precio de unas elecciones democráticas o cualquier violencia episódica, más o íneaos auténtica, Pero cuando un pueblo pasa por la tragedia inmensa de España, o Dios la ha. dejado da su mano para que perezca su nombre o la prepara a destinos trascendentaies, constituyéndola en ejemplo y guía de los demás, en el sacrificio como en la gloria. Qne nadie piense, pues, que esta tortura integral de la Patria se haya consumado, o se esté consumando, en beneficio de un grupo que acapare su conclusión y la señale con la marca de sus particulares concepciones. La sangre derramada, es precio de algo más: de la liberación total de un pueblo, en sus individuos, en sus actividades, en su pensamiento, en su personalidad y en las manifetitaclones todas de su vida; de una paz firme y fecunda, imposible de concebir bajo un signo de opresión; de la creación de las condiciones indispensables para que las almas alcancen su destino trascendental; de la grandeza histórica de la nación. Ya sabemos, que hoy, nadie se atrevería a mantener abiertamente una actitud democrática o demagógica. Y sin embargo. . . Hay una fiebre desatada de propaganda, que aunque pretenden reformar el estilo, suenan a barullo electoral y e&tán rezumando prejuicios democráticos; se piden las cosas, no por la razón que implican, sino por la masa que las grita; se quieren imponer en la retaguardia hegemonías, que no se conocen en los frentes; los combatientes, parece a menudo, que no tienen reconocida en ella la beligerancia que se les debe; y en fin, hay demasiada literatura, en un momento en que los aconteci mientes están clamando por abrirse paso en la integridad de su significado. En el aniversario glorioso del levantamiento Nacional, el mejor homenaje a los que cayeron es reivindicar el derecho supremo déla guerra y restaurar su inspiración y su espíritu en el seno de la España redimida. Que, puesto qne fuimos a la guerra cuando las masas revolucionarias encuadradas en las organizaciones sindicales marxistas o cenetistas,. estaban de lleno entregadas a las Internacionales y a las consignas dv. la anti— España, y habia desnaturalizado y corrompido hasta las raíces los sentimientos populares; cuando habían fracasado escandalosamente los procedimientos de persuación y captación de los mismos y no quedaba más camino que el de la violencia; y cuando ea