=105= El hombre del capudion , ó manto negro alzó la bandeja de las calaveras, vsaco un pergamino escrito con sangre. — Ya tenéis otra víctima en holocausto... y quedó un momento suspenso como esperando contestación de aquellos inmóviles restos. Después escribió un nombre en pergamino, — ¿Cuántas hay? dijo uno tirando ea la mesa su ancho sombrero. —Treinta y seis, contestó indiferente el del capuchón. En éste habrán conocido mis lectores al fantasma ; ¡pobres niñas, prosiguió, seis anos há os arrullé en mis brazos, ahora,...,, una voz gritó ¿tiemblas cobarde? Mudas quedaron las figuras por unos instantes, pero el fantasma impasible continuó dirigiéndose al habitante de la casa, —Y la carta, la tenéis? — Sí, al pronto no quiso firmar la maldita Aya , pero.... — ¿Y vuestro encargo? dijo el fantasma á dos embozados que estaban á su derecha. --El seis os lo daremos concluido. —Cuántas caen? —Dos. — Y el tuyo? dijo al de la izquierda. — El mió va peor, pero.,., caerá contestó decidido. — Muchachos , gritó el fantasma levantándose, mañana á estas horas al muro de la torre. Todos bajaron las cabezas en señal de afirmación y de respeto y se retiraron. Un resorte dio paso por otro lado al fantasma negro. m. el m a m mío. Un grupo de aldeanos rodeaba el 4 de julio la torre del Clavel : una cabeza se veia en lo alto del muro, El aire no llevaba ni un suspiro de la multitud , miraban y se retiraban silenciosos. Veinte monjes salieron de un monasterio inmediato, con velas amarillas, llegaron al muro y anatematizaron al homicida. La multitud nada dijo, y pocos instantes después la torre estaba solitaria, Pero volvamos la vista á un palacio que se elevaba frente á la iglesia de Santo Tomé, En un gabinete colgado de damasco , adornado de mosaicos y retratos déla familia de los Monroyes , sobresalía uno que figuraba la venganza de María , veíase á esta muger estraordinaria montada en un potrocordové smirando orgullosa á dos cuyas picas ostentaban dos cabezas ensangrentadas aun. El parecido de los personages del cuadro era inmejorable. En este gabinete un hombre de 50 años estaba sentado en un cojin con fleco de oro: su aspecto era imponente; leia con la mayor agitación una carta que tenia en sus manos, y que babia tirado veinte veces encima de una mesa , cubierta con un tapete de terciopelo color de grana que habia en medio del gabinete, y otras tantas la babia cogido y vuelto á leer --¡Á las doceála torre del Clavel!.... dijo tirando el cojin; y principió á pa- 5