niafiana; Eva, sentada junio á 61, hilaba en «ilencio; el. perro cslabü acostado ;i su? piéí. De pronto e! animal se incorpora, olfiitea el aire y l^nza un ahujlido íastimero. Adán (les|iicrta estremeciiío; jamás su fiel compañero habia ahuilado de aquella manera. — No es asi como ladra; cuando custodia al ganado que esta paciendo, ni aun cuaudo persiga al gamo en los bosques. El perro gimió, levanlanlo al cielo la cabeza; sus incomprensibles aliulüdos hielan los corazones de Adán y Eva. Hodirijido hacia ellos su Inste mirada, lame süs manos, olfatea el snolo, busca una huella. Adai! y Eva le siguen con terror. El perro que les guia nnreha gimiendo. Asi les conduce hasta el «ílio donde reposa el sangriento cadáver de Abel; sus lúgubres ahuüidos continúan, mientras Adán y Eva rompen en soüozos desgarradores. El campo de la muerte estaba desierto; los rebaños ba ! ian huido, ni un animal permaneció jnnte al cuerpo inaaimado del joven pastor. - Solo la serpiente, deslizándose entre, las zarzas, dejó oir su agudo silvido. | A lo lejos, en las nubes sombrías, la voz del Eterno maldecía á Caín asesino de su hermano. Adán dijo entonces con amargura: . . Yo tenia dos hijos, dos hijos á quienes amabamos; pero este ha muc-rto, y e! otro, maldito .por. Dios, no existe ya para noso. líos. ' ' -"- "■ '• • - • ■ El perro, cesando de ahullar. lamia timidamente las manos de Adán y Eva. Cuando la tierra hubo cubierto los mortales despojos dé Abel, Adán y Eva émpién dieron lentamente el camino -do su morada; el perro les seguía pisó á paso, participaba de su dolor, sus ojos esta b^n húmedos co-, mo si llorasé también. Asi, desde el primer dia de'duelo, el perro fué llamado otra vez amigo del hombre. 111. Rabiendo. la mujer dado á luz un tercer • ' • - ' . ■ hijo, Adán le dió el nombre de Sel, y teniendo en sus brazos al niño recien nacido, dio gracias al Eterno. Trasportes de alegria resonaban en la morada del primer hombre. >n perro fiel era viejo. No podia ya tomar parió en la caza, ni aun gnurdar los rebaños, sus mlcpjbros habiaii perdido la fuerza. Sin .embargo, ' levantó la cabeza y ladró débílmcete: tomaba parte en la felicidad de so amo, sus ojps estaban húmedos como si llorase también. Hizo su último esfuerzo, se arrastró hacia Adán y lamió sus. pies.' Adán le pasó la mano por la cabeza; Eva, para acariciarle, enjugó sus lágrimas de afc- [ gria. EP perro ladró otra vez, quisó sallar pero cayó al suelo sin vida. - Adán dijo entonces con acento conmovido: —El Eterno ha tenido siempre compasión de nosotros; hasta la hora del- consuelo, nos ha dejado á nuestro amigo. Así murió el primer amigo de! hombre.- C.dehL. De luz.=ün sombrerero de Londres acá-, ba de obtener privilegio de iirvencion para sombreros que' llevan luces, y con los cuales uo solo V'i alumbrado el qu« lo lleva siuú que se aunienta la iluminación de las calles. A propósito. —-Yo, lectores,, rao hago cruces,— y la admiración me aterra,— al saber que en Inglaterra— llevan sombreros coa luces. Cor, esta invención del dia,— f.s, lector según yo iufiero'— la cabeza un candelero— y el sombrero una bugia. No sé si . tendra un martirio— el que esa moda no escuse;— solo sé que el que lause— debe paracerse á un cirio. Por mas que en. la capital— haya gentes tan sencillas— uue hoy adoren ilc rodillas — al'ciño de San Pascual. Mucho la moda se enreda— y no es- raro que me asombre;— ya iiene/H<¿s un hombre — como un gusano ile seda. En fin la níoda vendrá-ry" esà moda no me eslraña— puesto que nadie en España— saí-í tja por dundo và. El periódico Ilustrado:— Se ba repartido el número 27 de esta publicación, que contiene los articulos v granados siguientes: . Artículos: «üévlsia fle la semana,» porl'a lacio.="I.as apariencias,» porE. Domènech. = «A. C. S. en sus días,» por Palacio. =<'Ii)l sabio y el niño.» por J. M.="Usboa, Memorias, de un canario,» por 1;.='", por Blasco. =• ==«El vendedor de clavcles'.)>=«La calda de lahoja.i>= «Monumentos historíeos de la Alsacià». Obra interesaDt,e.— Con el titulo de «Cos.iiij.wcí! dd Universo se eslá publicando en Barcelona una obra doLida á la pluma del conocido escritor 1). Nicolás DiaS -rjenjumco, eií que se liaren descripciones iuiercsanlúnas de las costumbres, fiesias, tradiciones etc. de. las hacibúes mas imnorlanlcs del globo. Casi es e.-cusado decir fior lo tanto, que este libro ofrece gran i!ilerep; á lo que hay que agregar que reúne dos ciminslancia's.que.lo liaceii mas reccmc-iulable- la primera que está ilustrado con láminas hechas con tanta maestria, que pueden resistir la com pación con' las dé los mejores artistas del cxiráiijero; y la segunda que del importe de cada suscricion, destinan los editores de la obra dos escudos, para contribuir al soslenimienlo de las . cocinas económicas planteadas en varios .puntes de Cataluña, La obra constará de unas 100 entregas, consisliencio cada una de citas en, lo paginas de texto, en tamaño folio mayor, istf presas en papel vitela, ó cu una lámina.— El precio de cada entrega es el de -4 reales.. Recomendamos a nuestros siiscritores, la adq'-iisicion del libro dequeies hemos dado una ligera idea y coníiamos en qu» se apresurarán a inscribir sus nombres en el álbum que ¡rae consigo nn representante de los editores que ha, üegado a esta capital. AL ASNO MUERTO...... Sainete de circunstancias escrito por un neo en el sitio de Uldeeona (1) «Escena¡primerá »— «Un sacristán y una carabina minié. . . S'W'íton. Por un cacho de turrón y un ascenso en mi carrera le doy vidas... ¿cualquiera; que tenga mucho -polmon. (1) Nuestros lectores' sabran- que üldeconá es cf pueblo donde hace poco se dieron vivas à Cárlof YI1. (Cojelh corfl&úiflj)— Cóii que vivan hasta..Teodosin: al asalto, carabina. La carabina (aparlej.—Xo seré en la sarracina, la cahíliina de Ambrosio. (Sé lanzan A ¡a calle y se encnenlran en la plaza ñ seis tone jos negros.) Sacrísfai!.— ¿Estamos tu dos? Los conejos. — Estamos. Sacvislan. — Pues vamos. Lútí tonejos. -¿A donde? • 1 • » Sacristán. — ¡Bcslias! A armar el jaleo. Les coitnjos. — ¡ Yiva! òflcnsí(i;i.—(j litemos mas alto. La cuestión aquí e?}; rilar. Uno. — Me voy á desgaüilar. .Sffírii-MH.— ¡Sus! Al asalto. Todos. — ¡Al asalto! (Los seis conejos, el sacristán ■»/ la carabina bailan una habanera.) Aparecen dos escuadrones de caballería á distancia de un enano de legua. ■ í [ Sflcnsirm.— Ahimo, níuguno'ceda.— Avancen iodos conmigo. (En este instante sedescnbrela caballería.) Un Coíicjo.— Capitán, e! enemigo Sarrisran. -(Apretando á correr) Pnes sálvese el que pueda. - Confusión general, lodos' siguen al sacristán y llenos de valor se esconden en ia leñera. — La plaza queda cubierta de... polvo. (Cae el telón.) Epilogo. Correspondencia particular del P. Clarinete. — Telegrama i.0 ü/ctecoHo.— Descubierto todo. Gritar Carlos Vi/, y salir escapados: mucho miedo. Caialleria por poco 'calionU costillas. Escamati. esca mati, '. Un patriota. , Telégraraa número 2.— Gallinas, gallinas gallinas. CLi.niNtTE. FlS DEL SAINETE. EL TIO CLARIN. Periódico político, satirico, de Sevilla! Se publicará todos los lunes en nn pliego de papel superior, tamaño marquílla, con buenos tipos y esmerada impresión; una caricatura polilica alusiva á las circunstancias, é intercalados en el testo algunos grabados cuando asi lo requiera. Precios. — Por tres meses, 12 rs. pago adelantado.— Por .6 id., 23 id. itL; y por 1 año 44 id. id.— Estos precios son "para los suscritores de fuera de Sevilla. Por comisionado 2 rs. mas. Se puede hacer -la. suscricion dircctamenle remitiendo su valor en sellos de correo ó do- . cumento de fácil cobro. Se suscribe en la re- ■ ■ ■ i daccíou de el periódico, calle de Teluan , numero 2". - Porlodo lo noíirmado, El editor responsable. Antonio Márquez Prado. convecinos suyos. Aseguraban haberle visto marchar muy abatido, pinlado en su semblante el dolor mas profundo; y añadieron que esto nada tenía de extraño, pues, desde íá muerte de su idolatrada madre, acaecida -algunas semanas antes, había desaparecido por completo de sus labios la jovialidad, joya siempre brillante en ellos, y de sus ojos aquella grata y radiosa animación que le caracterizaba. En su consecuencia, nuesíro hombre siguió al pié de la letra lo que le tenian ordenado. Pasó un dia, y pasó otro día, y en vano esperó Calisto còn la mayor ansiedad la vueltà^del enviado: hasta llegó á considerarse falsa y torpemente engañado por cuantos le rodeaban y asistían. Miéníras (anio. aquel joven, principal jefe del convoy, había tenido que ausentarse, por breve tiempo, para llevar á efec!o una orden superior, y su segundo.se había hecho cargo del mando, . , —Sois unos villanos, dijo á esle el prisionero, en un .rapto de desesperación, viéndole entrar en su estancia, alterado el semblante y con precipitado paso. —¿Qué dices? ¡miserable desagracido! ¿Villano yo? jamás lo fui. Tú quieres obligarnos á faltar á nuestros humanitarios senlirnientos. Abusas porque estás herido. ■ que ia ocasión no pue( propicia, siendo, como soy ahora, el primer jefe. — -Ah! tai vez hayáis mandado hacer lo propio con i>TY1orl«rt ^.^^-v^:J.^K „ 1 _ * 1 • 1 . I ■ tras. de mirada dulce y penetrante, cuya íisonomía y aspecto tenia algo del tipo oriental. Y acompañábale en clase de segundo un sugeto de aspecto desapacible, que cualquiera habría tomado por hijo de la cosía Africana. Al verse Calisto sorprendido, trató de defenderse, y disparando el arma, hirió á dos de sus adversarios, indudablemente hubiera sucumbido antes de rendirse, á no" ser porque el comandante admirado de su temeraria decisión, le dijera en buen castellano: . ¡Rindeíe! sino quieres morir hecho trizas á manos de mis soldados, á quienes tus camaradas van asesinando traidoramente, apenas se apartan un momento de las lilas. —Yo no me rindo á nadie. fYiva España!, gritó Calisto, mientras cargaba su fusil; y, calando bayoneta, se disponía á lanzarse sobre el jefe enemigo, á quien habió tomado por un desertor de las banderas castellanas, cuando un tiro sonó á su espalda y al punto cayó, revolcándose en su propia sangre. Percal tiempo mismo de venir al suelo , tuvo valor aun para dirigirle su última bala al comandante, á quien hirió levemente en una mano. Ya las bayonetas enemigas brillaban próximas á sepultarse en su pecho, y hubiera sido muerto en aquel momento, si la imperiosa voz del jefe, hombre muy respetado por la tropa que mandaba, no hubiese parado el golpe; diciendo: «¡Hacedle prisionero de guerra!» Y las manos que á herir se disponían, fueron las que al punto, cambiando la acción, acudieron á socorrerle. Tenia el muslo derecho traspasado, y fué preciso vendarle y ponerle en uno de los furgones del convoy, junto á los mismos á quienes él habia herido en la refriega. Llegados al cercano pueblo, á hora en que la noche comenzaba á estender sus sombras, el joven comandante dispuso hacer alto allí hasta el nuevo día. Pero, á - -