EL BURLADERO Li MiMB DE i TORERO Muy pocos quedamos ya en Alicante que podamos recordar la anécdota que voy á referir. lira el año 1856; y para los días 29 y 30 del mes de Junio iban á darse en nuestro circo taurino dos corridas de toros de las que entonces se llamaban (no sé por qué) Reales; el cartel no era tan artístico como los de ahora, decía que se correrían doce toros de seis años, seis del Duque de Veragua, y los restantes de la acreditada ganadería de Gavina. Como único espada venia para ehtendérselas con aquellos torazos, el valiente matador Manuel Domínguez (a) Desperdicios con su cuadrilla. Era la primera vez que este ya célebre espada iba á trabajar en Alicante, y por lo mismo los aficionados esperaban con impaciencia ver si era justa la fama que se traía. El empresario, hombre entendido como pocos en esta clase de espectáculos, persona muy conocida en Alicante y que siempre tuvo empeño en traerlo todo bueno, aunque resultara en contra de sus intereses, estaba satisfecho, pues tanto el pueblo de Alicante como los de la provincia, hablan respondido con entusiasmo, y jamás habla existido una demanda tan grande de localidades y entradas, hasta el extremo que era seguro un lleno y como es consiguiente un buen negocio. Se acercaban los días señalados para las corridas; todo los detalles para esta fiesta estaban ultimadosj y solo se esperaba la llegada de la cuadrilla que te' nía que venir embarcada desde Almería en cuya plaza trabajaban los días 24 y 25 del mismo mes de Junio y el 26 día en que salla para ésta uno de los pocos vapores que hacían entonces la carrera hasta Barcelona, vendrían llegando al amanecer del 28, víspera de la primera corrida eirAlicante. ' Como entonces no había telégrafo para^Almería, hubo necesidad de utilizar el correo para quedar conforme en el día de salida y llegada á esta capital resultando que sobraba tiempo para todo. Pero el hombre propone y Dios dispone, y aquí empiezan los apuros para el empresario. El día 28 . pasó sin que llegara á este puerto el tan deseado vapor que había de traer á Domínguez con su cuadrilla; aun habían esperanzas. «Tal vez vendrán esta noche» decían algunos. «Es posible que el vapor ande poco y por eso el retraso» decían otros; pero desgraciadamente amaneció el día 29 ó sea el de la corrí da, y no había en el puerto ningún vapor ni esperanzas, puesto que en el horizonte completamente limpio no se veía señal de humo ni de barco alguno. El reloj señaló la una de la tarde, las puertas del circo se abrieron y como avalancha que todo lo invade se llenó la parte del sol de la plaza, por ía mucha gente que de la huerta y de los pueblos habían venido á presenciar la corrida. A todo eso la cuadrilla sin llegar. ¡Qué conflicto para el empresario! ¡qué pérdida tan grande en sus intereses! Entre la gente que ocupaba la plaza circuló la noticia de que no había corrida por falta de lidiadores que .aun no habían llegado. En la población sucedía . lo propio y muchas familias que tenían localidades desistieron de vestirse los trajes clásicos de esta íunción por las noticias que corrían de que ya no se celebraba la fiesta tau riña. ■ Al mismo tiempo el gobernador civil llamó al empresario y le dijo que era necesario anunciar la suspensión de la corrida y devolver el importe de entradas y localidades; á lo que el último contestó que así se haría, pero que le concediera una prórroga hasta las dos y media de la tarde (eran las dos) pues quería perder por completo la esperanza que aun no había perdido. En este estado llegó uno de los hombres apostados en el muelle diciendo que por la parte de poniente se veía humo y que indudablemente era el vapor que traía á Domínguez. Imposible describir la alegría que tuvieron los aficionados y especialmente el empresario que acompañado del que esto escribe y de muchos amigos, se tralasdó al muelle donde efectivamente se vió ya de un modo claro que era un vapor que avanzaba hacia el puerto á toda máquina. A las cuatro menos cuarto de la tarde ó sea un cuarto de hora antes de la anunciada para empezar la corrida, desembarcaban en el muelle vistiendo los irages de luces y en disposición de salir á la plaza, el célebre matador de toros Manuel Domínguez (a) Desperdicios con su cuadrilla, y al estrechar la mano del empresario le dijo las siguientes palabras: * Señor empresario, el vapor que tenía que conducirme á Alicante no llegó á tiempo á Almeria; por mi cuenta y costándome 6.000 reales he fletado este, para probar á V. que los toreros sabemos cumplir la palabra que tenemos empeñada*. No quiero tomarme el trabajo de decir lo que recuerdo de aquellas corridas; con toros como aquellos y con torerazos como aquellos, el espectáculo resultaba grandioso. Hoy desgraciadamente en vez de corridas del género grande vemos corridas del género chico por más que otra cosa digan y crean los modernos aficionados, X, +^r-+z£+- +35E<- +2}>- ^<+- ^scrífares ^Hnrít¡o¿ Lorenzo Vragá Todos los buenos aficionados á - nuestra fiesta nacional conocerán seguramente el magnífico semanarío taurino El Arte del Toreo que el Sr. Uraga ha comenzado á publicar en Barcelona. Si la firnia Uraga no hubiera sido ya popularizada por la afición, seguramente que el periódico arriba mencionado consiguiera tal objeto. ■ El Burladero que profesa verdadera simpatía por escritor tan culto y distinguido cual es el Sr. Uraga, tiene verdadera complacencia en honrar estas columnas con su retrato. -^$<- ->5£E<- ^f^í^S* -í^- -6t£<- *53S<- ->5ge- ->3£* El semanario local La Revista, dice que el representante de la cuadrilla de Señoritas toreras tiene el deseo de dar una corrida en nuestro circo taurino. Nosotros suponemos que la empresa no consentirá tal mogiganga. Y decimos esto, por varías razones, siendo la principal de ellas el constarle, por la última corrida, novillada, becerrada ó como se le quiera titular, que con las tales señoritas se celebró en la plaza de toros de Alicante, la poca aceptación que tuvo. La primera presentación de las dichas señoritas fué un éxito por la novedad; la última vez que salie¬ ron en el ruedo, recordarán los señores que forma parte de la empresa que ya no fue tal éxito, ni " cho menos, pues las gradas de nuestro circo' tauriT estaban ocupadas por escaso público. 0' Este espectáculo para ser visto una vez tiene cierto pase, pero para repetirse no es conveniente" pues cansa y de ello se convencería la empresasaccediese á dar tal espectáculo. Recordarán muy bien los aficionados que de la pocas funciones que ha dado en la Plaza de toros de Alicante la cuadrilla en cuestión, ni una sóla vez he6 mos visto ocupados los palcos y demás localidade por nuestras bellísimas paisanas. Les repugna el espectáculo y lo prueban no asistiendo á presenciar esta fiesta. En cambio, cuando se ha celebrado una corrida ó novillada, las vemos con sus alegres tocados dando realce á^ la clásica fiesta española. Procure la empresa que los aficionados no olviden el camino que conduce á la Plaza de toros, para cuando llegue la ocasión, pero presentándole novilladas varias y no espectáculos con cuadrillas de Señoritas toreras. Al menos así piensan ' muchos aficionados que se han enterado de las proposiciones del Sr. Armengol. SEMANA TÁÜRIHi MADRID 16.— La corrida celebrada, ha defraudado por completo las ilusiones de todos los aficionados. El ganado que pertenecía á D. José M. de la Cámara fué lo único bueno que pudo verse en esta corrida. Los toros estaban bien presentados; pero en resumidas cuentas,' no hicieron más que cumplir. No hubo entre ellos ninguno de esos bichos secos, pegajosos, duros, que recargan, se duermen en la suerte y entusiasman á la afición. Quizá entre todos, él que sobresalió fué el que rompió plaza. Bravo, acudiendo siempre y no dejando de recargar nunca, pereció en el primer tercio de un puyazo bajo de Molina. Reverte estuvo muy poco afortunado en esta corrida; á su primero aunque lo pasó de cerca, estuvo muy movido. La faena del cuarto toro fué desdichada de lo peor que se vé en estos tiempos. Lo despachó de una estocada, saliendo como pudo y volviendo la cara. En su último lo único bueno que hizo íué la brevedad: lo mató de cualquier modo para salir del paso. Eñ cuanto al Guerra, estuvo mal, muy mal, si señor; pero no merecía aquella lluvia de naranjas y aquella serie de improperios que le oiderezó gran parte del público. Aquí hemos visto á Frascuelo pinchar diez y doce veces á un toro, salir huyendo, tirarse de cualquier manera, saltar al callejón azarado, desgreñado, con el espanto en la cara y la bilis en los ojos; y hemos visto, por fin. aparecer la fatídica media luna como remate de tal faena. Aquí hemos visto al gran Rafael convertir á una res en picadillo; huir á cada pase; tirarse de cabeza al olivo, después de haber arrojado espada y niu!et3 y de haber perdido las zapatillas en la contienda. - Sin embargo, el público no se ensañó con estos es- la última del Guerra ^ l padas. Les silbó, les abroncó, les gritó; pero no fl< á lo de esta tarde. Y entre aquellas faenas y alguna distancia. . ^n.]\eS& El quinto toro, el del jollín, estaba mclt™' ¿&.jf á la muleta extrañándose; no besaba, por en e^ / po; desarmaba, y al sentir el pincho se tta boca que pides. _ .¡¿je- Guerra trató de fijarlo con la muleta, estuvo -