LITERATURA, CIENCIAS, ARTES 287 construirse á posteriori y que en ellas no hay más método posible que el inductivo, á lo menos hasta que se ha logrado establecer con su auxilio leyes y principios probados é indudables, puesto que entonces se puede partir de ellos por el método deductivo. Hé aquí algunas de las proposiciones fundamentales contenidas en dichos libros. «Mientras que la filosofía trascendental explica el mundo real por las ideas y considera el espíritu como el tipo del universo, la filosofía de la naturaleza explica las ideas por el mundo real y demuestra por la experiencia misma que la naturaleza está hecha á imáge.n del espíritu. La filosofía del universo, la física especulativa tiene por objeto someter el mundo de la experiencia á principios racionales. Para esto es necesario admitir una armonía preestablecida entre la razón y la naturaleza para llegar al resultado de que el sistema universal no es mas que la expresión del espíritu en la materia; que en el desarrollo continuo de la naturaleza reina un mismo y único principio de acción, que tiende á expresar progresivamente un mismo y único tipo, que es la misma forma del espíritu. Todo nos conduce á esta identidad del pensamiento y de la materia, de la libertad y de la naturaleza. ¿Cómo explicar de otro modo su acción recíproca y concebir la naturaleza como un todo orgánico, lleno de conveniencia y de armonía? Evidentemente la naturaleza es el espíritu visible.» Delicada por todo extremo es esta elevadísima hipótesis de filosofía trascendental y natural. Veamos, sin embargo, si se nos alcanza hacer un breve comentario para aclarar ésta, para nosotros, errónea confusión. Que el universo refleja y manifiesta la idea divina y por ende el espíritu de Dios es principio admitido de antiguo. Cceli enarrant gloriam 1)ei, et opera manits ejns anunciat Jirmamentum, dijo el psalmista. (i) Que la naturaleza se mueve por leyes no solo racionales, sino divinas, como que su autor es Dios, tampoco puede ponerse en tela de juicio. Que el espíritu humano por su índole puede sentir, comprender y explicar la naturaleza y que fué sabiamente dotado de facultades' que permiten todo esto, tampoco puede negarse. Pero el que haya identidad entre el Creador y la creación, supondría como primer absurdo que ambos son coetáneos, y por consiguiente coeternos, cosa imposible por la razón de que la causa no puede ser coetánea del efecto. (i) Psalmo XVIII, veso I.