SUPLEMENTO ILUSTRADO 163 dalgo, apelaba á laa armas, sosoechosos, deportaba á los inocente^ y sometía á fos vencidos. Fusiló á Plácido y á Zenea, y ue- <30 para variar— ¡oh rica ironía de la gramática. , pa¿ó por las armas á Rizal. Si ,ne preguntan que crimen habían cometido, me vere apurado para contestaros; pero menos aún lo sabe don Quijote. iOhgenal y altivo aventurero, cuántapande ces lias ejecutado sin advertirlo! Y ahora tus apasionados instigadores -periodistas arqueológicos inválidos del arte y corpúsculos de la ciencia te adornan con los oropeles del vencedor y te coronan en vida,como al Tasso. A tu dorada leyenda ^ antaño añaden el escandaloso clamor de cerrada literaria que llenará de asombro a los ingleses bastante audaces para '’^nir aesta f onda Península, donde ya ni siquiera hay auehan sido ventajosamente sustituidos por los hoteles baratos. Yo te suplico, P/ladin que no te muevas del Capitolio, P°* drás conservar por algunos meses las Canarias. • l5tNGLc.Ki CUENTOS EDIFICANTES ]VE El señor de la Huerta-Florida, un anciano respetable y profundamente piadoso, conversa con su Vosa, la bellísima doña Luz. acerca de la soledad en que viven Es preciso que hogar, hoy monótono y triste; pero ja Natura leza les niega tan legítimos goces. Luz V su es poso se aman lealmente y. sm embargo, su amor no florece, es un amor esteri . que se extmSmra como el sol sobre el yermo Un jf ]! Huerta-Florida tiene una idea hacer una peregrinación a cierto santuario cele bre en la historia del milagro. Y> abrazando tiernamente á su esposa, parte el señor de Florida para el santuario supradicho una.templada mañana de Octubre, mientras la belhsirna doña Luz sueña ya con las nobles delicias maternales y se ve inclinada sobre una cuna en la cual duerme el fruto . del milagro. 11 Doña Luz tiene admiradores Su belleza sugestiva, cada vez más espléndida, no ha podido papr inadvertida en este valle de lágrimas, dondeexisten tantos corazones hirvientes de ternura, y apenas partió el señor de la Huerta-Florida para su pere grinación empezaron álloverlecartas inflamables. Pero doña Luz es fiel por tempsram^to y no quería amargar los últimos años de existencia de su esposo con una deslealtad repugnante Sm embargo. el señor de la Huerta-Florida quiere tener un hijo, el hijo de su amor, y doña Luz baja la cabeza ante esta indicación providencial. Es preciso el hijo Y, en efecto, en cuanto el buen esposo tomó el tren, tomó la buena esposa la pluma y escribió á un pintor que la cortejaba por aquellos dias solicitando que la acompañase.. III. El pintor es un buen mozo, algo lírico, pero siempre práctico, lo cual hace que entre el lirismo de sus palabras y el positivismo de sus actos resulte un hombre verdaderamente encantador Doña Luz le confía sus más íntimos pensamientos y el pintor la consuela por lo pronto Pm^éndole Ltra^r en su corazón, único fitio donde podrá más tarde consolarla con carácter definitivo. Doña Luz se ruboriza En realidad sus deseos no son pecaminosos: por un la^do no quiere ejigajar al se- Lr de la Huerta Florida; pero por otro desea hacerle feliz dándole el hijode sus sueños Si el pintor conociera algún remedio f'®«tjLco. algún invento de la Farmacia moderna, ella se lo agrade