4- LA POLITICA DE ESPAÑA EN FILIPINAS 267 Historia de llocos, donde sostiene ó quiere sostener esa misma civilización, sin perjuicio de declarar en cada página, como hemos visto, que ni es posible estudiarla, m menos probarla..., hasta con textos de la sibila de Bohemia. Pero antes que nuestros lectores europeos se pregunten con enojo: «¿Qué galimatías es éste de civilización filipina y de prehistoria filipina?», creyendo imposible que puedan seriamente aplicarse frases tan llenas á cosas tan vacías, otra declaración del mismo autor en la pág. 55 les servirá de respuesta definitiva. «Aquella gente es muy aficionada á las parodias.» La frase es feliz y exacta. Si en todo caso parece difícil poner el pensamiento al nivel necesario para no dejarse ofuscar por los nombres y las apariencias de las cosas filipinas, en la esfera intelectual, en aquellas relaciones más similares con las de la vida europea, la dificultad resulta invencible por la resistencia que opone el pensamiento á bajar hasta donde el nivel de que hablábamos le empuja. ¿Quién por Los Amantes de Chinchón, v. gr., podrá formar juicio exacto de Los Amantes de Teruel? , Pero la extraña situación en que se ven colocados los escritores como Isabelo de los Reyes, que con cierta conciencia histórica y literaria siguen inconscientemente los derroteros que allí va poniendo, de moda el alemanismo, ofrece un aspecto de la mayor gravedad que no puede mirarse con indiferencia, aunque sea en el fondo tan pueril como la prehistoria y la civilización anterior á los españoles; porque esa misma puerilidad lo adapta perfectamente á las condiciones del suelo en que tan funesta semilla cae. Hemos visto ya en libros más transcendentales que la Historia de llocos, vergonzante apología de algunos desgraciados que pagaron recientemente con la vida sus errores políticos, que en Filipinas más que errores son ingratitudes y cegueras indisculpables; pero con tales velos y circunloquios anda envuelta la tal apología, va la intención política unida con cierta mañosidad literaria, tan nebulosamente, que, en gracia del progreso estético, repugna poco al patriotismo. El presente caso es muy distinto. Lanzado el pobre Reyes por el mismo camino con menos fuerzas, da tales y tantos tropezones en el tomo II, que se deja muy atrás la sarta d^desvaríos prehistóricos que llenan el primero de su abigarrada historia ilocana. Aunque convertir á Silang en héroe de la independencia de Filipinas, es empresa que corre parejas con la de sublimar á la esfera de los grandes teólogos á los dos pobres curas indígenas fusilados á consecuencia de la insurrección de Cavite; con tal desenfado y torpeza la lleva' á término D. Isabelo, que la longanimidad ó la ignorancia de la censura de Manila quedan con la publicación de su libro desastrosamente justificadas. No nos describirá Isabelo las circunstancias en que se hallaba Filipinas cuando Silang armó en llocos aquel basagulo; circunstancias que debían de ser como la descripción del teatro en que va á presentarnos el personaje de su parodia; ni recordará que él mismo nos cuenta en otro capítulo cuán potentes andaban los chinos por llocos, que había sido necesario pocos años antes organizarlos en gremio; ni tampoco recordará que los chinos fueron tan decididos auxiliares de los ingleses, y por ende de Silang, que D. Simón de Anda fulminó contra ellos degüello general, que empezó á ejecutarse; pero en cambio desde los primeros momentos nos describe así á su héroe: «Silang era muy inteligente, instruido (!!), »valiente. Ladino y travieso le llama con »desdén el P. Zúñiga (¡desdén!) á quien consideramos parcial en este asunto (¿por tqué?); pero los imparciales interpretamos »esos adjetivos por sagaz, prudente, de mucha ^imaginación, arrojado. ¡Qué cualidades tan » contradictorias entre sí ! Pero precisamente »son las que se requieren y se reúnen en los > grandes estratégicos, según el célebre Ge>neral inglés Wolseley (¡aprieta!). Se había »criado en Manila, hablaba correctamente en »castellano (¿de veras?) y sus hazañas (!!!) »parecen estar inspiradas en las teorías de »Voltaire, Rousseau, Diderot, que más tarde »produjeron los sucesos de la Commune de Pa»rís. No me extraña que su verdadero ideal »fue8e la independencia de llocos, libertando »al mismo tiempo á la plebe de la odiosa tira»nía de los bahaknaug (principales indígenas), »pero aparentando otra cosa, según las cir»cunstancias. »Llamo la atención de los aficionados á la »historia de Filipinas hacia los ignorados de»tallesque encontrarán en este capítulo. Como » verán, Silang es una de las más importantes